En pleno fin de Semana Santa, más allá de mi fe y creencias religiosas, reflexiono un poco sobre cómo vivimos cada año estos movedizos días, que se ubican de acuerdo a la luna llena luego del equinoccio de otoño, desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección.
Pienso en mis alumnos, creo que para el 99% es sólo "Semana Tranca": cuatro días de relajo, juerga con amigos y mucha diversión. No creo que ninguno (o casi ninguno) dedique minutos a pensar en el verdadero origen de esos días ... "sin colegio, yeee!!!". Quizás me equivoco, y algunos tienen una tradición familiar que los hace vivir esa celebración religiosa de manera diferente.
Desde mi casa veo que hay poca gente y pocos autos en las calles y se siente mucha tranquilidad. Me imagino que es lo opuesto a lo que sentiría si estuviera con mi carpa en alguna playa del sur.
El Domingo de Ramos me evoca la bonita imagen de Jesús entrando a Jerusalem en medio de la aceptación, admiración y alegría. Lunes, martes y miércoles son sólo días de trabajo. Desde el jueves empiezan esos días sombríos de la semana en cuestión. Y finalmente el Domingo de Pascua, toda una celebración.Desde mi casa veo que hay poca gente y pocos autos en las calles y se siente mucha tranquilidad. Me imagino que es lo opuesto a lo que sentiría si estuviera con mi carpa en alguna playa del sur.
Recuerdo que de chica la misa del Domingo de Ramos y la del Domingo de Resurreción eran muy alegres en la Parroquia Carmelitas. El jueves y en especial el Viernes Santo eran días apagados y tristes. No eran días de gritos, barullos ni alegrías. Recuerdo más de una vez, en Chosica con mis abuelos, haber estado muy cantarina, por lo que una tía nos mandaba constantemente a callar, porque en Viernes Santo hay que estar tristes porque Jesús ha muerto. Pero más nos decían que no se cantáramos y más ganas de cantar nos daban. Pero ¿cómo estar tristes? ... ¿si sabíamos que Jesús iba a resucitar?!! Para mí era como una muerte de "mentiritas". Unos días estaba muerto, pero después ... ¡Zasss! resucitaba, y todos nos alegrábamos mucho. Entonces, ¿cómo podíamos estar realmente tristes? si ya conocíamos la historia y sabíamos que el final era feliz. Con esa tía también hicimos un año el recorrido por las 7 iglesias. Toda una experiencia. ¡Cuanta gente hacía lo mismo!
Si estábamos en Lima, la cosa no era muy alegre. No había cines, ni restaurantes, ni nada abierto. Luto total. Nadie vestido con colores vivos. Las radios no pasaban música, sólo una que otra trasmitía música religiosa, y en los 3 canales de televisión era una sucesión del análisis de las últimas siete palabras de Jesucristo, el sermón de las tres horas, y toooda la recatafila de películas de Semana Santa: "Los diez mandamientos", "Ben Hur", "El manto sagrado", "Rey de Reyes", y muchas otras que pasan hasta el día de hoy. Me gustaba verlas y hacer relaciones históricas, comparar, aprender sobre esas épocas (o lo que los cineastas pretendían que fue). "Los diez mandamientos" la había visto antes, espectacular, en el cine.
También se veían otras cosas, como las noticias sobre las actuaciones rememorando la pasión de Cristo, las réplicas de la crucifixión, las peregrinaciones, las procesiones, los penitentes, los sacrificios, las cofradías, todo con sus variantes en diferentes partes del mundo católico. Con mucha gente participando de ellas hasta hoy, pero cada vez menos. Mucha culpa y mucho remordimiento.
Últimamente vi "Madeinusa", una película peruana, en la que la acción transcurre en un pueblo andino en el que a partir del Viernes Santo a las tres de la tarde, cuando Cristo muere, hasta el Domingo de Resurrección, el pueblo entero puede hacer lo que le quiera y le provoque. Dios está muerto y no les ve, entonces el pecado no existe. Todo es aceptado y permitido, sin remordimiento alguno. Curiosa manera de entender esos días.
Algo que nunca entendí ni entiendo, es la tradición de comer pescado y hacer banquetes con él en Viernes Santo. ¿No que es un día en que se conmemora algo muy triste? No se come carne en señal de abstinencia y renuncia, nos avocamos a otras reflexiones y la comida no es lo importante (o así lo entiendo yo). Pero reemplazar eso por deliciosos platos y pelearse por adquirir pescado a los altos precios en que se venden en esas fechas me parece ilógico y contradictorio. Todo los años es lo mismo en los noticieros: las señoras quejándose por el alto precio del bacalao, la cojinova, el jurel (¡cómo si el décimoprimer mandamiento decretará comer pescado en Viernes Santo por sobre todas las cosas ... y fueran terribles las consecuencias de no hacerlo!) Ni los comerciantes de pescado ni los que comen finalmente los manjares del mar parecen pasarlo nadita mal ese día. Nunca tuvimos esa tradición en mi casa.
Recuerdo que eran días en que el mar estaba especialmente movido y había frecuentemente maretazos.
Con mi papá leíamos en la biblia la parte del evangelio en la que se narra las últimas horas de vida de Jesús y rezábamos una oración a las 3pm, el momento en el que Jesucristo moría como hombre. Muchas veces pensaba en qué pasaría si ese año rezábamos con tanta intensidad que la vivencia tenía mayor realismo y se oscurecía el cielo y temblaba la tierra. Felizmente nunca pasó. Nunca viví con culpa esas fechas. Nada de "mira lo que sufre Jesús por tus pecados", remordimientos o penitencias. Guardo un buen recuerdo de esos momentos, y siempre me embargaba un sentimiento de gran gratitud. Guau! Jesús era más que un superhéroe, podía hacer cualquier cosa que quisiera, y sin embargo aceptó pasar por todas esas cosas horribles y hasta morir, para enseñarnos a ser mejores y por tanto que nos quiere a nosotros.
El sábado de gloria era como un paréntesis, como para tomar fuerzas para el Domingo de Resurrección.
Ese día temprano sabía que Jesús estaba vivo otra vez y más poderoso que nunca. Pero en la celebración de la Pascua, me preguntaba algunas cosas. ¿Había muchos conejos donde estaba Jesús? ¿Ellos se alegraban por la resurrección más que los demás animales? Pero, si ellos no ponen huevos ... ¿a quien se los quitan? ¿a las gallinas? ¿Qué tenían que ver los huevos con Jesús? (algún hereje diría que había que tener muchos para pasar por lo que Él pasó!) No tenía muchas respuestas, pero me alegraba mucho que los conejos se alegraran como nosotros ese día, y que como manifestación de lo contentos que estaban decidieran regalarnos huevos de chocolate ... lo que nos ponía más alegres aún!!
Luego de semanas de juntar cáscaras de huevos, las pintábamos decorándolas y luego las rellenábamos con dulces para ser escondidos en el jardín y encontrados por nosotras mismas. Pero la mejor parte era en la que encontrábamos los huevos de chocolate chicos, medianos y grandes que el Oster Hase había dejado para nosotras, casi siempre en casa de mi abuelita que tenía una vara especial con el conejo de Pascua, en la más alemana tradición. Toda una delicia y una bonita manera de estar contentos ese día. De hecho, mi hija disfruta feliz de esta celebración como cierre de Semana Santa.
¡Todos vamos a resucitar un día como Jesús! me decía yo misma emocionada. El día que yo resucite ... chocolates para todo el mundo!